EL PASEANTE (CHACO 2010) Gonzalo Díaz

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Feria CHACO, D21, 2010
El Paseante, instalación de Gonzalo Díaz

OVNI en CHACO[i]

Esta obra surge de un recuerdo de juventud activado por una invitación a la 5ª Bienal de Curitiba, Vento Sul (2009), invitación que me permitió producirla y mostrarla por primera vez. De mis desordenadas e incompletas lecturas literarias y filosóficas de esa lejana época, recuerdo vagamente un episodio de la vida de Goethe. Paseando el genio (que resistió hasta el final la crítica demoledora de Nietzsche) por algún paraje italiano se encontró de improviso con una piedra tumbada ahí en la campiña. Seguramente, este cuento está narrado en las “Conversaciones con Eckermann”, pero no he querido corroborarlo. El narrador prosigue diciendo, según mi recuerdo, que ante ese espectáculo minúsculo y nada de extraordinario, Goethe se habría detenido profiriéndole a ese objeto inerte la famosa frase para el bronce: “Y tú, ¿qué haces aquí?”. La moraleja de esta historia es enseñar el panegirista a la posteridad cuánto sabía el sublime vate sobre geología y otras ciencias naturales –mineralogía, botánica, óptica, zoología, evolución, climatología– pues aquella piedra no debía estar, por su estructura litomórfica y por las características geológicas del entorno, en ese lugar.


Trasladar desde Chile la piedra a Curitiba era una condición  para el sentido de la obra y para el montaje. Les pedí a los organizadores de la Bienal que después de la exposición la enterraran en alguna parte de la ciudad, por si pasara por ahí, en 500 años más, un geólogo y tuviera que hacerse o hacerle a la piedra proveniente del chileno Valle del Maipo la misma pregunta extrañada: “y tú, ¿qué haces aquí?”, siempre y cuando en 500 años más, toda la ciencia sea goetheana, en el sentido de que Goethe despreciaba los artefactos teóricos y propiciaba la observación metódica y directa de los fenómenos como primera condición del conocimiento.


Con esta obra he pretendido señalar, aunque sea de manera oblicua y provisoria, la dimensión de extrañamiento que imponen, por lo general, las obras de arte contemporáneo y la predisposición angustiosa de los espectadores comunes y letrados a buscarles algún sentido estable. Sería El Paseante un teorema anexo o un corolario de Eclipse –una obra del mismo estrato poético– presentada en Documenta 12: un enorme espacio de exhibición mantenido a oscuras en el que se podía ver en el muro del fondo sólo una pequeña placa blanca enmarcada de 20 x 20 cm., iluminada por un potentísimo foco “perseguidor de actores”. Du kommst zum Herzen Deutschlands nur um das Wort Kunst unter deinem eigenen Schatten zu lesen (Haz llegado al corazón de Alemania sólo para leer la palabra Arte bajo tu propia sombra), texto que solo se dejaba leer en su tipografía débilmente luminosa al interceptar el espectador con su cuerpo el haz de luz que lo hacía invisible.


Los contextos de las obras, vinculados siempre a las tradiciones biográficas, históricas y tecnológicas de la provincia –los artistas siempre viven en alguna provincia– quedan inaudibles e invisibles en la maraña ideológica de la globalización. Las obras se trasladan desde la provincia demasiado lejos y demasiado rápido, por el espacio internacional del arte, hacia el Imperio Homogéneo de las Bienales Internacionales[ii], dejando atrás las claves de esos contextos de donde provienen, los que nunca llegan a tiempo, quedando siempre las obras como OVNIs, flotando mudas en ningún lugar: la aparición de Kaspar Hauser, una mañana del año 1828, parado mudo y entumido en una calle de Nüremberg con un papelito en el que estaba escrito su nombre y que sus ignotos secuestradores le habían dejado en la mano o prendido a su chaqueta–: quisiera que esta pequeña nota, prendida a “la solapa de la obra”, cumpliera la función identificatoria de aquel papelito.


La atmósfera de la instalación El Paseante y su materialidad simple, son abiertas y permiten establecer una estratificación múltiple de significados. La piedra aquí ES la obra, que es interrogada por la obra misma, por el espectador, también por el artista que la hace, que la toma prestada o que la conjuga. La piedra aquí es también el artista expuesto a la intemperie, que es interrogado por su propia obra, por el espectador, también por la crítica.
La pregunta que el espectador lee de esa manera –siguiendo en remedo con sus labios el texto video proyectado en loop sobre la piedra–, también se vuelve hacia él mismo: y yo, ¿qué hago aquí?

Gonzalo Díaz, Bahía Azul, Los Vilos
Enero, 2010  [i] Esta pequeña nota fue escrita, a solicitud de los organizadores para el catálogo de la 5ª Bienal de Curitiba, Vento Sul, exposición en la que se mostró el primer emplazamiento de El Paseante. Sin embargo, sólo fue publicado un brevísimo extracto de este breve texto. Para esta ocasión fue cambiado su título y modificada la redacción levemente.
[ii] Para este caso, CHACO 2010 forma parte aunque de modo periférico, de ese mismo circuito internacional.

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