Ese’eja de Francisco Casas

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La Amazonía suroriental del Perú es uno de los pocos lugares del planeta donde la selva tropical lluviosa permanece en equilibrio inalterado desde hace milenios. Sus bosques, exuberantes y diversos, albergan a más especies vegetales y animales que ningún otro lugar sobre la Tierra.

Estos bosques fueron también alguna vez el territorio ancestral del grupo étnico Ese’eja, un pueblo de pescadores y recolectores.  Hace 60 años había alrededor de 15.000 Ese’eja en el Tambopata, pero en la actualidad sólo hay unos pocos cientos, afectados por las enfermedades introducidas por los extranjeros y la destrucción de su sistema ecológico durante la época de la explotación del caucho.  Este grupo étnico vivió en armonía con la naturaleza durante miles de años, tomando de la selva lo necesario para sobrevivir y viendo en el río no sólo un medio de sustento y transporte, sino, una fuente de vida y un vínculo con los dioses.

Hoy en día, la explotación indiscriminada por partes de las mineras auríferas de la zona, son una de las principales causas de la contaminación  del ecosistema del Tambopata, así como, la deforestación y el turismo, que amenazan la vida del cause que alimenta el Amazona.

Gracias a una residencia de artista que me otorgó D21 Galería de Arte en septiembre de 2011 realicé un viaje en balsa por el río Tambopata, decendiendo desde sus orígenes en los glaciares andinos de Puno, hasta su desembocadura en el río Madre de Dios, afluentes que dan origen al río Amazona. A la manera de una bitácora, de navegantes de principios del siglo XX, registré estas experiencias con una cámara de cine Bolex, a cuerda, de 16mm. Paralelamente, durante el descenso por el río me iba cortando el pelo a la manera de los Ese’eja, una artilugio de transfiguración performatica, un “devenir habitante en extinción”.